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SAN CRISTÓBAL. AÑO: 1965
Al adentrarnos en el mes de julio se nos viene a las mientes la tradicional fiesta de San Cristóbal, otrora celebrada con gran regocijo por parte de los conductores y transportistas de Aranda de Duero y, en general, del conjunto de la población, pues desde la década de 1950 esta fiesta se convirtió en una de las más arraigadas. En los años cincuenta, el parque automovilístico todavía era muy reducido, circulando muchos más vehículos de tracción animal que de motor por las calles de Aranda. Por tal razón, la bendición de vehículos que cada 10 de julio tenía lugar en la ermita de la Virgen de las Viñas y la posterior bajada del Santo en procesión, acompañado de una columna de coches y camiones artísticamente adornados con ramas de chopos, hasta el antiguo Garaje Arandino, sito en la carretera de Valladolid, cerca del Hospital Santos Reyes, constituía todo un acontecimiento. Los más jóvenes vivían esta fiesta con verdadero júbilo, pues acostumbraban a subirse en las cajas de las camionetas y en los camiones para participar de este pintoresco modo en el desfile. Ya en los años sesenta los destellos metálicos de los automóviles comenzaron a hacerse ver con mayor frecuencia por las calles de Aranda.
Aquellos vehículos de figura aerodinámica, en otro tiempo poco comunes, que conquistaban la atención de los arandinos por el cautivador resplandor de sus cromados y el melodioso rugido de sus motores, pasaron a ser parte de la cotidianeidad. Poseer un automóvil comenzó a dejar de ser cosa de un grupo de privilegiados y cada vez más familias arandinas comenzaron a ver posible adquirir un coche. Ello tuvo su reflejo en la fiesta de San Cristóbal, que pasó a partir de la década de 1960 a hacerse más extensa y sonora. En la imagen que publicamos en portada podemos ver al afamado mecánico arandino Jaime de la Puente en el interior de su flamante SEAT 1500. La instantánea fue tomada tras la bendición del vehículo, realizada con solemnidad por el párroco de Santa María, D. Modesto Gómez, a quien vemos de espaldas junto a su monaguillo. A la izquierda, erguido con simpatía, se alza la figura de Severino Berzal, suegro de Jaime de la Puente, cuyos ojos destellan una mezcla de orgullo y afecto en medio de la algarabía festiva.
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