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LOS MULILLEROS
En la Aranda de mediados del pasado siglo, la fiesta de los toros no empezaba en el coso taurino, sino en la plaza Mayor. Allí acudían, un par de horas antes de la corrida, los mulilleros -también llamados ramaleros-, para tomar café acompañado de su copa y su Farias. Tenían por costumbre formar una fila con las mesas de mármol de La Tertulia, sentándose los acompañantes en mesas aparte. El regocijo de los mulilleros, con su porte labrador, sus sonoras trallas y su elegante vestimenta blanca, contrastaba con la mansedumbre de las mulillas apostadas junto a ellos. Escrupulosamente escogidas y preparadas con todo esmero, lucían artísticos dibujos gracias a la habilidad del esquilador, portando en sus lomos el manto de la Virgen de las Viñas. Este entrañable ritual continuaba, después del café, con la subida hacia la plaza de toros por la calle Isilla. Mientras las mulillas avanzaban y los ramaleros chiscaban sonoramente sus trallas, el gentío se iba agrupando tras ellos, formándose una procesión muy pintoresca. La fotografía que publicamos en portada fue tomada en 1948, año en que se inauguró la clásica plaza de toros de Aranda. Figura en ella el niño Carlos López, hijo de los dueños del popular establecimiento de tejidos Casa Ridruejo, montado a caballo. Probablemente, el equino sea el llamado “caballo Valeria”, encargado de llevar las llaves a los toriles para empezar
la corrida, tras lo cual se lanzaba a la carrera y daba la vuelta al ruedo para deleite del público. Al fondo de la imagen puede verse a los ramaleros. Hoy, que no tenemos plaza ni toros, nuestro recuerdo a los simpáticos mulilleros, que durante décadas animaron como nadie las Fiestas de Aranda, es tan sentido como agradecido.
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