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La Cruz de Mayo.
Cualquiera que presenciara este espectáculo por primera vez, creería encontrarse ante un pueblo profundamente religioso, como sucedió al Nuncio de su Santidad cuando presenció esta fiesta con ocasión de la Consagración de D. Silverio Velasco el año 1925; pero nosotros, conocedores de ella, seguimos preguntándonos: ¿Será acaso esto, o quizás debido a una costumbre tradicional tan arraigada que raye en fanatismo? Yo creo que habrá de todo. Lo que sí puedo afirmar es que constituía un acontecimiento extraordinario en el que todo el pueblo se hallaba presente y que desde luego adquirió un inmenso renombre. Por fin se llegaba a la Plaza, final del trayecto, donde debía de ser plantada «pingada» la Cruz. Pero antes de hacerlo se iniciaba otra danza como final, quizás con más entusiasmo por ser la última, hasta que se oía la voz potente de algunos que gritaban: «Píngala ya...! Y entonces se la «pingaba». Pero antes de retirarse era costumbre tocar como al principio la Marcha Real, levantándose, terminada ésta, varios castillos humanos, castillos formados por gente joven, fuerte, que formando círculo bien sujetos, trepaban unos sobre otros hasta conseguir varios pisos.(Archivo Sulidiza)
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