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El humilladero de Ntra. Señora de las Viñas. Publicado el 10 de Diciembre 2014.

 

El humilladero de Ntra. Señora de las Viñas. Publicado el 10 de Diciembre 2014.

Fue antigua costumbre elevar cruces en la linde de los caminos en conmemoración de señaladas fechas y celebrados acontecimientos, o como simples testimonios de fervor cristiano, cruceros emplazados en las entradas de los pueblos para avivar la piedad de los viajeros y dar gracias a Dios por el feliz retorno del emprendido viaje.

En principio fueron sencillos monumentos y acabaron por ser verdaderas obras de arte, imperando el orden gótico y renacentista. En algunos lugares vemos estas cruces bajo artísticos templetes o baldaquinos, cercanos a ermitas y santuarios.

La mayor abundancia de cruces-humilladeros se halla en la provincia de Castellón, especialmente en el Maestrazgo de Montesa. Magníficas cruces góticas perduran en los humilladeros terminales de Morella y Vallirana y la del Camino de Aragón, de 1450 con el capitel blasonado y exornado de bustos en relieve.

El humilladero de Nuestra Señora de las Viñas, pues con este título fue designado por su proximidad a la ermita de este nombre, es un bello monumento compuesto de cuatro pilastras de piedra sillar de las cuales arranca comienzo de arcos en crucería sobre los que descansa una cubierta de artesonado mudéjar protegido por hilera de tejas. En el centro, y sobre gradería de cinco escalones, se levanta esbelta columna en cuyo capitel descansa la imagen de la Virgen esculpida en piedra y rematada en cruz.

El conjunto del monumento tiene el encanto y sabor de vetusta pieza arquitectónica; las pilastras con sus contrafuertes armonizan el conjunto a modo de capilla cuyas piedras besadas por brisas y soles de la Castilla heroica, se doran con luces de bellos atardeceres. Olmos centenarios proyectan sombras azules, y allí, al pie de nuestro humilladero arranca el camino que conduce a la ermita, camino bordeado de cruces en piadoso calvario. Es el paseo de la Virgen; él nos conduce, en suave pendiente, hasta la puerta de la ermita. Paseo romántico, de dulces recuerdos; plácido y encantador, por donde se camina despacio, amorosamente, con la mirada puesta en la cruz del airoso campanario que se eleva en lo alto de la ermita. Y antes de llegar, la fuente, el agua saltarina que refresca las fauces de chicos y mayores.

El camino, la ermita y la fuente, y al bajar del santuario, después de rezar a la Virgen la salve íntima y bien rezada, el humilladero nuevamente con todo su encanto y devoción.

Y es, que, el humilladero de la Virgen de las Viñas, tiene para los hijos de Aranda algo suyo, íntimo y peculiar que une el pueblo con la ermita; es el fuerte avanzado donde comienzan las primeras plegarias desgranadas a lo largo del camino y vigía permanente.

Domingo XIMENO

 

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