Imagen Nº 676
Dos cuñados de Campillo de Aranda. Hacia 1925. Publicado el 20 de julio 2012.
En otros tiempos, cuando había más estima hacia las cosas sencillas, a nuestros antepasados les alegraba la llegada a la población de feriantes ambulantes. “¡Ya vienen los húngaros!”, se decía entonces. La aparición de estos forasteros tan pintorescos iba unida a la compra-venta ambulante y a la reparación de utensilios, así como a la puesta en escena de ciertos espectáculos callejeros.
Cuando llegaban a la población en sus carretas desvencijadas, estos personajes bohemios acampaban en los alrededores, donde levantaban sus tiendas astrosas bajo un puente o a la sombra de una arboleda, según fuera la estación del año. Durante unos días el paraje se convertía así en lugar de encuentro entre estos nómadas y los vecinos del pueblo que acudían intrigados por sus llamativos abalorios y vestimentas.
Para los húngaros, cualquier calle era buena para formar un corro con la gente curiosa y ociosa, sin faltar la chiquillería, y obligar a los osos y monos que llevaban con ellos a bailar y a hacer piruetas al son que marcaban los golpes de pandero y los cantos que repetían. Algunos ancianos d l pueblo de Campillo de Aranda todavía recuerdan cuando el húngaro de turno ordenaba al animal: “¡Baila Nicolás, Nicolás de la Rusí!”. Al finalizar el espectáculo, se pasaba la pandereta para que el público echase alguna moneda.
En la imagen de portada, tomada en torno al año 1925 en Campillo de Aranda, se encuentran dos cuñados de la misma edad que, viniendo de cavar viñas, se dejaron fot ografiar delante del decorado que un fotógrafo ambulante desplegó para la ocasión. Figuran, a la izquierda, Pablo Abad Mambrilla, y a su lado, Hilarión de Andrés.